domingo, octubre 29, 2006

Pocos libros más infinitos y más sosegados que El Quijote

llanto:
arte esforzado y varonil propio de la Grecia Arcaíca, la Alta Edad Media, el Barroco y el Postmodernismo. Si bien son abundantes los episodios de llanto clásicos, renacentistas y románticos, éstos no pasan de remedos afeminados y vacíos de todo sufrimiento verdadero.

viernes, octubre 27, 2006

Casa recordada

Las habitaciones están en un primer piso. La de ella está frente a la de su hermano, la de su hermano está junto al baño, del otro lado está la de sus padres. Es sencillo. Pero no, así no es.
La de su hermano está frente a la escalera y la de ella tiene una ventana que da al patio, como la de sus padres. Entonces la suya debe estar al lado de la de sus padres. Eso no puede ser, ahí está el baño y después la de su hermano, que está frente a la suya porque también tiene una ventana, pero que da a una terraza o un techo más bajo y sigue estando frente a la escalera para que la ventana obedezca a mi certeza sobre esa terraza o ese techo, que es el techo de la misma casa, que es el techo del piso de abajo. Nada, y momento. De nuevo.
Es así: la de su hermano está junto a la escalera, el frente de la escalera y el de la pieza de su hermano son un mismo plano. Entonces la suya está en lugar de la de su hermano, al lado del baño, y al baño sigue la de sus padres, llena de tantas camisas como en mi vida he visto. Ahora sí, la de sus padres y la suya tienen ventanas que dan al patio de abajo, la de su hermano está frente a la suya y por eso la ventana da a otro lado y tampoco, así no era.
Su habitación está frente a la de su hermano, eso es seguro, muchas veces vimos juntos por la puerta y hasta nos cruzamos a la de su hermano que está al frente y ya no sé qué ventana tiene. La suya debe estar en lugar de la de sus padres, el baño en el medio y la de sus padres frente a la escalera, en el lugar que tan equivocadamente le daba yo a la de su hermano. Y así tampoco… la de sus padres estaba al lado del baño, pero no era tan accesible, más bien estaba en una esquina como acechando, como todas las habitaciones de ese tipo de matrimonios.
No puedo conseguir más información, ya no me reciben de visita, es necesario que me atenga a lo que afirmaba primero: la suya tiene una ventana que da al patio y está frente a la de su hermano, la de su hermano sigue dura frente a la escalera (que no es la habitación de ella porque es la escalera, y una parte del espacio no puede ser escalera y habitación a la vez, por lo menos no en este caso, porque yo recuerdo que ninguna habitación en esa casa era escalera y que la escalera era escalera, de madera como tantas). La de sus padres está en esa esquina, quizá también frente a la de ella o de una pared lisa, una que no había considerado ni visto, nunca, hasta ahora que la casa está herméticamente cerrada, como buena casa de ex novia y que yo, afuera, tengo la mente encerrada en un primer piso del que no puedo bajar, porque nunca presté demasiada atención a toda la escalera como para recordarla y bajar hasta el patio por la cocina y ver cuántas ventanas le caen encima y tratar de reconocer alguna pieza contenida por alguna ventana, esperando que asome algo suyo o de sus padres para establecer una coincidencia.
Yo no sé, ya no sé. Acá arriba está todo, seguro y entero pero móvil como libro de arena, como recuerdo mal contado, como buena mitología.

martes, octubre 24, 2006

Vivir (mentira)

Ñ tiene una idea importante. La mira, le escruta todas las partes descubriéndolas, como hace para opinar sobre algo que cree no conocer; la recuerda tan bien como puede, la escribe y la olvida para siempre.

Fácilmente metafórico III

La llevaba al descuido en cualquier bolsillo. Si bien la prefería sobre algunas cosas, atendía para esto sólo a unos cuantos accidentes graciosos que la hacían verdaderamente muy bella. P. tenía una joya de buen oro blanco, pero no la sabía joya sino que la consideraba bonito y entretenido juguete, y nada más. Muchas veces la tomaba entre las manos, se reconocía la nariz con la forma de la joya, la tocaba con los labios; se holgaba de cómo le abultaba el bolsillo del jean, redonda, concisa y pesada. La mostraba pero no la prestaba, a nadie. El máximo deleite de P. era llevársela a la boca y envolverla con la lengua, porque la parte esférica de la joya era lisa y la pequeña malla de cadenitas tenía un no sé qué de dulce conjugada con la saliva, dulzura que rápidamente devenía en el clásico sabor metálico de las llaves y terminaba con la joya que él tenía por insignificante en algún cajón de la cómoda, o la mesa de luz, o en el piso bajo la cama. El olvido fue sedimentando sobre alguno cualquiera de estos depósitos y el azar dio con ella en el interior de la carcasa de un bafle muy viejo y muy grande que tenía P. en su dormitorio. El tiempo lleno de mudanzas y más azares, y más tarde las declaratorias de herederos pusieron el bafle en manos de un sobrino de P. muy dado a los equipos musicales de alta fidelidad. Y fue el caso de que este sobrino desmontó la carcasa del parlante para corregir un nosequé en el circuito pasabajos, y descubrió la joya, a la que reconoció muy valiosa al instante. El sobrino de P. decidió no tasarla en ninguna joyería y la tuvo por la mejor pieza de arte que en su casa había y que en su vida había visto, y fue feliz de solo contemplarla y conocer – sin ninguna codicia – su desmesurado valor en dinero.
Sobra decir que aunque la joya fue de P. hasta el mismo día de su muerte, P. vivió y murió muy falto de una hermosa joya y, naturalmente, muy triste.

Estructuralismo

-¡Mamá! – Jorge se compró una sierra eléctrica - ¡Ma! – También una mesa de trabajo y un soporte para la sierra, y hasta compuso guías y para deslizar los tablones, y escuadras, y reglas pivotantes para trazar encastres óptimos. - ¡Mami, mirá, vení mirá! – La madera bien abrasada por las mariposas se deja cortar porque la sierra, si bien es de segunda mano, es importada de Suiza y funciona muy bien. – ¿No venís, ma? – Todo está montado en el patio; un día Jorge va a hacerse un galponcito para trabajar la madera en el verano y cuando llueve. – Lo que descubrí, ma, vení, fijate.
-¿Eh? – Dice mamá desde el lavadero. – Ya voy. Y mamá sale al patio. Mira porque admira a Jorge, tan habilidoso que es…
-¿Viste, ma? – Dice Jorge – Es un sistema.
-Claro – le dice su mamá. - Ahora tenés un buen sistema para hacer los cortes bien derechos y no renegar más. ¿Te acordás de esa vez? Le tuviste que sacar dos centímetros de fondo al aparador porque te habías pasado con una repisa. Ahora te va a salir bien todo, hijo, y me alegro mucho, porque vos sos muy habilidoso. Se ve lindo tu sistema para hacer los cortes, espero que hagas cosas muy lindas..
-Pero no, ma – le dice Jorge, ansioso le dice - La madera, ¿ves? Por donde la cortás, ¿no?, por cualquier parte. Están las vetas. Ése es el sistema, la estructura de la madera. Cortás un taquito o hacés un disco con la mecha-copa, esa que saca bocados, la que te mostré el otro día..., ¿te acordás?
-Eh, sí – dice mamá. Y cómo un sistema, hijito.
-Claro, mamá. Es el sistema de la madera, por eso todo el árbol es el árbol, y todo el tablón es el tablón; porque tiene las vetas. Por más chiquito que sea el pedazo que yo le saque al tablón, cortándolo en cualquier ángulo, siempre aparecen las vetas de punta, como hilos infinitos. La madera puede medir tanto, mamá, ¿entendés?, pero yo la puedo cortar todas las veces que quiera, y siempre encuentro la punta de la veta que está escondida en esa parte, que es continua en toda la madera, ¿entendés?
-Sí, más o menos. ¿Pero si la cortás de canto?
-Y, es medio raro ahí. Cortando de canto es como si apareciera el costado de los hilos, pero las vetas son unos hilos raros que no tienen costado porque no tienen un calibre que se pueda medir. Habría que separar las vetas de la madera, y eso no se puede hacer. Capaz que tallando, sí, pero yo no sé bien cuál es una veta y cuál otra. Es el sistema, mamá. Hace que toda la madera de una tabla sea siempre madera. O la mandarina. Por donde la cortás hay globitos con jugo, y por eso toda la mandarina es mandarina y no hay otra cosa adentro.
-Bueno, hijo, me alegro de que hayas descubierto el sistema para cortar por las vetas, para que no se te partan los tablones en cualquier lado. ¿Es eso, no? Claro.
-Más o menos, mami, más o menos.
-Sos muy inteligente, hijito. Pongo para lavar y voy a lo de la tía.
-Chau, ma, saludala a la tía.

lunes, octubre 16, 2006

Borges y él

Borges es negro, la sangre de Borges huele a óxido o a llaves, Borges es de tapas duras, las letras en la tapa y el lomo de Borges son doradas; Borges es de hojas amarillas cargadas con derechos de autor que deben respetarse.
Él es endeble, se gasta y se va ajando porque siempre estoy abriéndolo en cualquier párrafo para descargarlo un poco, para ordenar el desorden que no se puede ordenar, porque su tinta es cualquier tinta y eso la hace más infinita. Él me divierte además de asustarme. Borges sólo me asusta, es un solo infinito canónico, uno que puede aprenderse por completo si uno se esmera. Por eso Borges sobrevive y sobrevivirá a Cortázar, no por otras cosas.

domingo, octubre 15, 2006

Verano

El primer verano no vuelve. Hay los otros, cargados de brisas añejas, de noches de pasto con exceso de rocío y pies fríos lejos de la ciudad; hay la retórica de los paraisos ruludos en los barrios, del olor a siempreverde; están los mismos caminos del primer verano, ése que es un cliché con botón de encendido en la memoria de cualquiera, ése que parece que vuelve a funcionar todos los años, desde octubre. Hay llaves para descifrarle partes, existen algunos muy voluntariosos para reunir todos los pedazos que pueden en otro primer verano que se escapa, que no vuelve, que pide coincidencias imposibles entre una fecha y una gran lluvia para imitar en todo al primer verano. Pero la granizada se despedaza en cualquier parte, lejos de la compañera del primer verano, y no nos sorprende como entonces buscando un reparo, arruinándonos de agua. Qué lindo fue mojarse en ese verano. Los de la luz habrán tomado medidas desde aquel primer verano y este año ya no habrá gran apagón ni aventura doméstica de meter toda la comida en el freezer, que es el único sitio que conserva el frío por un día o dos. En la avenida no habrá un choque ni una insiginia de Peugeot raspada para llevarse de trofeo cuando las grúas se hayan ido. Tres lunas, un racimo de tardes vacías en febrero que se iban descubriendo por primera vez, que aparecían por primera vez y se nos enseñaban únicas con gran pertrecho alegorizante, con gran mentira... El primer verano vacío y falso, el primer verano que se va llenando de todos los otros y forma un verano único y ficticio, sin un solo instante de insatisfacción, un verano idéntico al primero que no vuelve, porque nunca existió.

sábado, octubre 14, 2006

Simultáneo

El demonio: Danilo, acá estoy.

Danilo: Maravilla. Yo pensaba que eras fantasía, por eso no desprecié ningún paso del libro, y los seguí a todos, hasta los más extravagantes de esos pastos y esas piedras que pagué tan caras; y la estrella en el piso rayada a pulso; la casa vacía.

El demonio: Nada de fantasía.

Danilo: Pero sólo conozco de estas cosas por historias falsas.

El demonio: Siempre falsas, Danilo pionero.

Danilo: Genial. Ahora dámelo todo, dame lo que nadie tiene ni tendrá.

El demonio: Bien. Esto es todo, Danilo: Verdad. Yo soy; tu alma es cierta y está perdida para siempre. Todo cumplido, adiós.

sábado, octubre 07, 2006

Trajeron el féretro del tío Hugo – Dijo mamá.

El tío Hugo murió hace dos mayos, nadie recuerda el día. Yo me torcí los dos tobillos bajando la escalera de la Municipalidad para ir a casa, para saber más. Recuerdo, pero no me interesa porque es algo que ya pasó. Me dolió un buen rato; a la madrugada ya había un olor espantoso en la iglesia de Bialet Massé y yo dormí muy mal en el asiento de atrás del Volkswagen Gol de mi primo Gabriel. Creo que con mi hermana.


Debe estar lleno de tierra, pero no. Unos grumos bien oscuros arriba y nada más. La tapa está suelta, cuidado cuidado, ahí está, lo pusimos arriba de mi cama destendida. ¿Cómo lo acomodamos? Así, asá, guarda que se cae. Ya sé. Traeme cinta de embalar de esa que hay, total es como una maqueta del tío Hugo, él no siente nada y… y capaz que hasta él mismo se hubiera atado bien con cinta para no abrirse: era guapo, era gaucho, muy habilidoso y de pocas pulgas.
Algo salió mal, yo no sé cuándo. Mi mamá no me trajo la cinta gruesa que le había pedido y el tío Hugo se nos dio vuelta en el piso, sobre mi sábana, que siempre está arrastrándose por el piso. Mamá se preocupó mucho: íbamos a tener que verlo para juntarlo, todo seco y desarmado como un guiso de barro y de huesos. Yo lo quería ver pero tenía miedo de impresionarme. La tapa no se había corrido mucho y parecía estar clavada todavía. No recuerdo cómo pudimos acomodarlo boca arriba otra vez. Mi mamá siempre estaba conmigo, pero yo no la veía. Su voz era como una conciencia alternativa que yo escuchaba solamente cuando me hastiaba del olor y el esfuerzo por acomodar al tío Hugo. Me pareció haber escuchado que teníamos que acomodarlo para sepultarlo en otra parte o para cremarlo. Acomodarlo. Sonaba a cada rato. Lo decía yo, lo decía mi mamá.
El cajón quedó destapado del todo y la tapa perdida de repente. No me importó. Ahora yo estaba solo y era mentira que me molestara el olor. Apenas lo sentía. No sé cuándo supe que el féretro era retráctil. Ahí estaba una caja cuadrada y sin tapa llena de tío Hugo y de un fluido naranja muy traslúcido. Me lo habían separado en dos o tres porciones, contando el cajón de muerto. Acomodarlo pasó a ser otra cosa entonces: yo tenía que meter las dos cajas en el féretro y ponerle la tapa. Entonces el tío Hugo iba a estar entero en un solo recipiente, salvo el granulado que había que sacudir de mi sábana. Vacié una de las cajas en el cajón y encajé la otra cerca de la cabeza, que parecía de chancho y no tenía ninguna expresión.
Terminé, dije, pero ahora había otra caja llena de tío Hugo. La puse sobre el cajón y salí a contarle a mi mamá que alguien se había robado todo. Volvimos juntos a la pieza, que no era la mía, aunque tuviera mi cama. Mi mamá me hizo ver que las cajas con Hugo estaban en un placard y me consoló, como siempre. Entonces me desperté.

lunes, octubre 02, 2006

Desvanecimiento de las lágrimas (llorando con Julio)

Yo no sé, mira, es terrible como llora. Llora todo el tiempo, la habitación, tan cerrada y marrón, aquí contra los ojos con lagrimones salados y blandos que hacen pfs y se desvanecen en la almohada uno detrás de otro. Qué hastío. Ahora aparece una lagrimita en la comisura del párpado; se queda temblequeando contra el velador que la triza en mil brillos apagados, va creciendo y se hincha, y va a resbalar y no se resbala, todavía no se resbala. Está prendida con todas las uñas, no quiere resbalarse, y se la ve que se agarra con los dientes mientras le crece la barriga; ya es una lagrimaza que se acuesta majestuosa y de pronto suip, ahí va, pfs, perdida, nada, una oscuridad en la funda. Pero las hay que se suicidan y se entregan enseguida, brotan en la comisura y ahí mismo se deslizan por la mejilla; me parece ver la urgencia por la carrera, sus piernitas desprendiéndose y el suspiro que las hipnotiza en esa nada de resbalar y esfumarse. Tristes lágrimas, redondas inocentes lágrimas. Adiós lágrimas. Adiós.

Ver el texto original http://www.juliocortazar.com.ar/cuentos/gotas.htm