domingo, mayo 20, 2007

Deixis ansiolítica (II)

Te estaba escribiendo una carta, no sé si te la podré mandar. Pasa que vengo por avenida Colón, y en Colón no se puede doblar a la izquierda, viste cómo es.
Te estaba escribiendo una carta, tantas cosas decía con la carta. A la mitad paraba para llorar, para sacar fotos, inyectaba el cable fijo en la base del micrófono, no fuera cosa que algún ruido contacto, que un falso de estática estropeara las palabras. Y decía algo, reía, y guardaba la grabación.
Te estaba escribiendo una carta, en verdad no sé si la voy a poder mandar, porque si paro, si doblo a la izquierda en Colón y voy hasta el correo… un trastorno. A mí me gusta ir a la Oficina Central, desde ahí mandé los paquetes y las cartas que te mandaba, así hacía: cuando tenía la carta toda escrita en la mano, la doblaba y me acercaba caminando hasta el Correo, compraba un sobre, esperaba en una de las cajas. Las cartas se pesan raro, a esto no sé si lo viste. Los empleados las hacen girar apenas en el aire que está arriba de la balanza y las sueltan deteniendo la mano donde soltaron la carta. El sobre besa el vientre metálico de la balanza con una esquina, con suerte a veces queda medio cuerpo del sobre acostado en la balanza y los números verdes se reducen al instante, se mudan del falso peso que escribieron con el golpe y escriben uno nuevo y definitivo. Uno con setenta y cinco, dice el cajero, este estíquer va a contarle dónde está su carta hasta que la reciban en el domicilio… Así dice siempre, o más o menos.
Té. Estaba escribiendo una carta, vieras qué larga, y ya casi la tenía lista. Pasó que entró A. y dijo que ya no había manera, que termináramos con todo y saliéramos de la casa y nos fuéramos muy lejos, a Paraguay, a Brasil, a cualquier lado, antes de que la ciudad nos acusara con diarios y noticieros. Té decía. Estaba escribiendo una carta, como siempre hacía. Era té de canela y miel. Ahí fue cuando entró A. y me dijo todo esto que te dije. Entonces yo no sé si te la voy a mandar, ahora vamos por Colón, y no se puede doblar a la izquierda para ir al Correo. Quizá nunca más vuelva al Correo, quizá nunca más tenga una carta para mandarte.
Por fin salimos, subimos todo al auto y ahora vamos por Colón hacia el Oeste, que es tan distinto del correo, del sobre, la balanza y el estíquer. Acaba de pasar una ambulancia. El doppler se nos metió como bruma de hierro en los pulmones, no sabés el miedo. Era una ambulancia, la policía no sabe. Nadie sabe, mirá si va a saber la policía. Pero pensamos que era un patrullero, vieras el miedo que tuvimos.
Yo no sé si habrás recibido alguna de las otras cartas. Siempre te decía que estaba bien, que comía bien. Eso es lo más importante. Los secuestrados, el hambre y los palos en la boca son cosas tan recíprocas… Pero siempre te contaba que andaba muy bien, que ni frío pasaba.
Ahora qué, ahora ya está. T. estaba escribiendo una carta, una carta para vos. Ahí te contaba todas estas cosas que digo. Al último decía que ganaba siempre en las barajas, allá se jugaba en silencio y por porotos, qué plata puede manejar alguien que está secuestrado, ¿me entendés?
Pero es así, lamentable, como te lo digo. T. estaba escribiendo una carta para vos, yo iba a mandártela, como hacía siempre. Cuando la estaba terminando, ahí entró A., me dijo lo que ya te conté, sacó la pistola y le disparó en la cabeza. Hasta yo sentí miedo.
Ahora digo… qué estúpido… yo personalmente en el correo, a la vista de todos y sin guantes, despachándote las cartas de T.. Habrá que irse muy lejos. Quizá el Correo tenga cámaras filmadoras. Se maneja mucho dinero en el Correo. Muy lejos. Ni a Brasil, ni a Paraguay. Lejos.
Llevamos a T. en el baúl, como corresponde. Vamos a dejarlo pasando La Calera, que ahí lo busquen. A la derecha. Talvez perdió toda la sangre. Lo lavamos muy bien. Pasando Calera, a la mano derecha, acordate. Y perdoname. Yo no quería matar a T., fue que vino A. y pasó lo que te dije, pasó que T. estaba escribiendo una carta para vos, y que yo te la iba a mandar…

2 Comentarios:

A la/s 20/5/07 16:57, Anonymous Anónimo dijo...

Partí de la relectura que Pastormerlo propone, claro la historia ya me habia sido contada. Me gustó. Algo nuevo, que se separa (aunque seguramente busques refutarmelo) del "yo" que suelo criticarte. El juego de los pronombres y la sorpresa final. Es para leer dos veces (o "escucharlo" y leerlo luego). Me gustó.

 
A la/s 20/5/07 17:25, Blogger  dijo...

Poner en funcionamiento el texto, así Eco se pone contento. Me alegro que haya funcionado.
Eso de "escuchar y después leer", yo había pensado titularlo "telegrama para un ciego", pensé exactamente en eso, pero se me iba a cerrar mucho el horizonte si lo escribía bajo el registro de un telegrama, registro que, por lo demás (así, tal cual dice Borges), ignoro.

 

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