sábado, septiembre 29, 2007

Historia

Los que recuerdan, cuentan de un hombre al que en un punto y de repente, la noción del tiempo se le transtornó para siempre. Así le sucedía esto: transcurrida cierta cantidad de minutos, él juraba haber padecido muchos menos. Solía decir que, contra él, todo devenía dos y quizá tres veces más rápido que en los demás; que tenía la necesidad de dormir dos noches y vigilar dos días por jornada.
El hombre realizó todo tipo de experiencias arduas en su consideración para garantizar a los demás cómo decía verdad, cómo todo el mundo se había vuelto loco por alguna peste que sólo él escamoteaba, o que había decidido no arrimársele. Leía novelas largas, realizaba estudios universitarios y se diplomaba con celeridad, una vez tras otra. Se proponía ebanisterías o caminatas de entre aquellas que fuman mucho tiempo y las resolvía con su asombrosa velocidad. Convocó a escribanos para que dieran fe del singular portento; los jueces entre los hombres y los hombres entre los hombres todos le dijeron que nada admirable había en sus actos, y que los tiempos desvastados habían sido medidos y que nadie dejaba de considerarlos regulares y satisfactorios.
Lo segregaron loco y apostrofado, pero a nadie agredió, y nadie lo castigó.
Aunque el hombre no acertaba cuando denunciaba la peste, sí decía toda la verdad del caso cuando colaba el tiempo con los únicos anteojos de su razón: el Universo, infinito de poder había decidido enredársele al cuello, ahogarlo y fulminarlo con el horrible ostracismo que padecen los inocentes.

2 Comentarios:

A la/s 11/10/07 15:11, Blogger Coca dijo...

Y su vida fue una mitad de la del resto de la gente o al menos la percibió así?

Me gustó, lo que entendí.

 
A la/s 16/10/07 16:39, Blogger  dijo...

I can't go any high, let's go down...

 

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