lunes, febrero 19, 2007

At the bottom of time

the air of my lungs
was blown,
the blood of my brain
just drained,
the strength of my hands
erased,
the sharpness of my eyes
went misty,
and I was nothing but dark scent:
I loved.

domingo, febrero 18, 2007

Contrapunto

A: - Una línea.
B: - Más preciso.
A: - Una recta.
B: - Más preciso.
A: - Trazada con carbón.
B: - Más delgada.
A: - Trazada con lápiz.
B: - Más delgada.
A: - Trazada con un bisturí.
B: - Más delgada.
A: - Grabada con un láser.
B: - Más delgada.
A: - y = 3x – 8.
B: - Más universal.
A: - y = mx + b.
B: - Perfecto. Siga.
A: - Un brazo.
B: - ¿Qué sucede?
A: - La recta.
B: - ¿Qué hace?
A: - Cae sobre el brazo.
B: - ¿Y qué pasa?
A: - Lo atraviesa.
B: - Cuénteme más.
A: - Cómo no. Tan delgada como se quiera, ¿cierto?
B: - Así es nuestra recta.
A: - Sobre el brazo.
B: - ¿Lo corta?
A: - De lado a lado.
B: - Sígame contando.
A: - Mientras pasa, secciona la piel.
B: - ¿Y la carne?
A: - Una por una, todas las células que encuentra.
B: - Y descompone las moléculas.
A: - En cadenas más breves.
B: - Y hasta divide electrones.
A: - Y cosas más pequeñas.
B: - Pero no tiene volumen.
A: - Entonces no produce ninguna separación.
B: - En ninguno de los cuerpos que atraviesa.
A: - Fantástico. Vamos al laboratorio para realizar experiencias.
B: - No es posible.
A: - Iba a decírselo.
A: - No es posible involuclarla en recipientes.
B: - Nuestra recta es inasible.

Estructuralismo ( II )

El suceso es famoso. A es la mujer y decide abandonar a B, que la ama. Bajo distintas agendas, ha sucedido juntamente con la Historia y es un anillo más en el corazón del tronco de un Gran Árbol. Descubramos alguna de sus superficies particulares cortando una sección del tronco. La escena es ágil. Se ha realizado un montaje óptimo y los hechos suceden a toda velocidad – así pueden practicarse infinitos cortes en el tronco garantizando una versión particular para cada uno.
A es Fulana y B es X. Intuyendo la desgracia, X está de visita en casa de Fulana. Tendido boca arriba en la cama hecha de Fulana, X llora unas líneas muy finas sobre sus huesos temporales, hasta el cobertor de la cama. Hace su modesta apología y reconfiesa su amor a Fulana para conmoverla. A estas alturas, X ya sabe que Fulana no volverá a quererlo mientras exista el día.
Con la inocencia de los locos y de los inocentes, Fulana reprende a X herido, ¿vos escuchás lo que estás diciendo?, y hace silencio esperando a que él termine y se retire.
Por fin, mortalmente aconsejado por la esperanza, X ensaya una caricia en la cintura de Fulana, que lo rechaza inapelable.
Pero algo sucede. X advierte la inserción de la escena en la veta de la madera, la fuerza infinita que el tronco hace bajo sus pies y sobre el falso cielo. Y mientras comprende pormenores de la escena, se deja conducir escaleras abajo hasta la calle. El revólver aparece entonces en la cintura de X, ya tibio y transpirado, como todos los planes.
Ahora sin esperanza, X pide un último beso. La petición prospera y X se encuentra en la vereda paladeando la dulce lengua de Fulana. Elige una falsa retirada de su lengua en la boca y se separa de Fulana. Primero las bocas, después los brazos, cinco pasos, hasta pisar la calle. Ha visto en qué instancia de la veta está el espacio preciso de su amor por Fulana. A él le tocarán los ruegos, la humillación y la tristeza. Ella olvidará esa misma tarde. El revólver parece hincharse y late fuerte con cada detalle revelado. X se lo arranca de la cintura y se lo pone en la cabeza. Dice:
- No hagas escándalo, Fulana, no te voy a lastimar. Ni siquiera metafóricamente.

sábado, febrero 17, 2007

La intersección de las calles Nora López y Jorge Dalmaso, como es previsible, genera cuatro esquinas. El damero se llena con cuatro edificios: una penitenciaría, una clínica de maternidad, una batería de salas velatorias y un café. Las diagonales del cuadrilátero pueden escribirse así: maternidad-penitenciaría; salas-café.
El alcance semántico de la maternidad es grueso e inexorable, pero maravilloso. En las maternidades se nace, los nacimientos son la primera puntada del Destino en un género blanco que sirve tanto a Sandro Botticelli como a una modista de barrio. La tela es como el océano por donde viajar a cualquier parte del planeta. Cualquier Destino parece posible.
El signo constituido por la casa de exequias tiene un peso idéntico al de la clínica, pero opuesto. Allí, al menos en una prórroga simbólica, las personas mueren y los dependientes se ocupan de lacrar el expediente que se abre en las maternidades.
Entre la esquina de la maternidad y la de las salas puede trazarse un segmento de recta perpendicular a la aguja de la brújula. Ambas plantas están trazadas, con precisión apocalíptica, al norte.
El café no es alguno excepcional. Como sus congéneres, es una habitación similar a un living áspero diferido hasta la vereda. Sus funciones primordiales son el solaz y la nutrición de vecinos y trabajadores de la zona.
En la última esquina, un alambrado abraza las ruinas de una inmensa cárcel que la Administración Nacional porfía en utilizar "para seguridad y no para castigo de los reos".
Los barrios de la ciudad se parecen bastante. Sólo los estadios de fútbol, los cementerios y los hipermercados les dan una historia, un perfume o una mayúscula entre los nombres.
La esquina de López y Dalmaso no es públicamente excepcional. Sin embargo, practicada la hermenéutica adecuada, la intersección se transforma en un repetido impacto de baquetas que pronostican un arcano, o, por lo menos, una canción de rock.
Tres profesores de filosofía del Colegio Nacional asisten al bar de López y Dalmaso y se esparcen con lo que dieron en llamar "puterío epistemológico", una suerte de contrapunto enciclopédico que termina en la ebriedad o en la nada. El profesor Carreras, el más pedante de los tres, acostumbra anotar las pobres revelaciones que de tanto en tanto iluminan la mesa con la luz de un fósforo. Es cierto que los tres son muy lúcidos y conocedores de la disciplina, y que, muchas veces, consiguen destrenzar cuestiones capitales en un puñado de palabras. Pero también es verdadero que sólo el profesor Carreras tiene la prudencia o la soberbia necesarias para desenredar los párrafos pesados de la tontería y escribirlos en su libreta. La improvisación de postulados se somete siempre a una doble evaluación. Suponer que se ha tenido una idea genial es el primer juicio sobre la idea. Si se resuelve comunicarla, habrá lugar a enésimas opiniones. El vino entorpece todas las instancias del trámite poniendo y sacando nubes de acaso de manera aleatoria. Cualquier estupidez puede ser arrancada de la ignominia y ubicada en el Panteón de Roma.
Obedeciendo esta providencial agenda, el profesor Carreras anotó en octubre:
"La correspondencia entre la Tabla de Verdad ideada por los escoliastas y las cuatro esquinas de Dalmaso y López es irrefutable. No descarto la posibilidad de que el propio Aristóteles haya vuelto a nacer en la esquina de Dalmaso y López. Sucede que, sin incurrir en acrobacias o escondrijos leguleyos, cualquiera sabe que la Maternidad es el universal afirmativo "todos nacen", las salas velatorias significan que "ninguno es inmortal"; el boliche grita hasta las tres de la mañana que "algunos se divierten" y en el triste revoque que cubre las almenas de la penitenciaría puede leerse, como un murmullo perpetuo, que "algunos no son libres".
Que sí o que no, para todos o para pocos. Toda clase de silogismos puede plantearse mediante la observación de la esquina de López y Dalmaso.
La expresión “Sócrates es mortal” se escribió bastante lejos del Club General Duarte. Pocos estudiantes del Colegio Nacional la identifican con un pase-gol hecho desde un monasterio francés y, a decir verdad, la mayoría la esquiva y la dejan seguir su marcha hasta perderse en los fondos de alguna casa vecina.
Esta esquina está en el Barrio, fácilmente accesible como los cigarrillos del kiosco. Y, si bien las aulas del histórico Colegio Nacional son muy pintorescas, los adolescentes son más propensos reconocer méritos en el riff de Day Tripper que en la arquitectura barroca.”
Traspuesto cierto pudor que le produce leer su etílico anotador, el profesor Carreras decidió visitar la Dirección Municipal de Catastro para obtener una copia del trazado de la esquina a partir del cual escribir un manual de Lógica para el Colegio.
El documento no existía. Es probable que el profesor Carreras haya olvidado rápidamente la diligencia o que la haya reemplazado con otra aun más absurda.
El Director de Catastro, castizo egresado del Colegio Nacional, formó en secreto una comisión de artistas plásticos y poetas para confeccionar los planos faltantes.

jueves, febrero 08, 2007

Instrucciones clandestinas para supurar a Martínez

Estimado señor Gandolfo:

Espero se haya establecido cómodamente en la habitación que hice acondicionar para usted. Los criados tienen órdenes de servirlo como a real persona. No tenga cuidado en pedirles nada, están a sus órdenes como si usted les pagara.
Me ha llegado esta mañana la noticia de que Martínez está de regreso. Por circunstancias que encuentro vergonzantes, resolví hace tiempo alojarlo y servirlo cada vez que lo requiere.
No se alarme sin embargo. La situación no es extraordinaria, muchas veces me impuso Martínez su puntiaguda compañía. Supe alejarlo con astucia y prontitud en cada oportunidad.
Todavía constan en mi habitación dos sillas con una inscripción en la ribera del respaldo. Una dice “tu silla” y la otra “mi silla”.
Martínez y yo dormíamos en el mismo cuarto hace unos años. Una tarde tomé las sillas y les adherí las placas con los grabados.
Dije a Martínez:
- Si hemos de convivir, distribuyamos con justicia los recursos.
Asintió Martínez con un solemne cabezazo, y continué:
- Cada uno tendrá una silla. Mirá: “tu silla”, “mi silla”.
Vos te vas a sentar en tu silla y yo en mi silla.
Martínez estuvo de acuerdo otra vez y cuando tomaba la primera silla y la acercaba a su cama, lo interrumpí de esta manera:
- ¿Qué tenés en la mano?
- “tu silla”- dijo Martínez.
- ¿Cómo que mi silla? Hemos convenido las cosas hace un instante y ya estás zafándote de las normas. Vos te sentás en tu silla, ¿comprendido?
- Desde luego, esta es “tu silla”.
- Si es mía, yo me siento ahí.
Martínez dejó la silla que asía y tomando la otra, dijo:
- Está bien. Pero acá dice “mi silla”, y yo entendí que…
- Tenés razón, Martínez. Esa también es “mi silla”, por lo tanto sólo yo puedo darle uso.
Episodios como el que le transcribo ofuscan notablemente a Martínez y ponen en duda sus convicciones más hondas. Pero no se confunda. Martínez es un hombre violento. Si en verdad desea permanecer en la casa, nada conseguirá con ardides como ése.
No intente procurarse el favor de Martínez. Tarde o temprano, y de manera invariable, Martínez va a traicionarlo.
La experiencia demuestra que los siguientes procedimientos operan satisfactoriamente, alejando a Martínez por espacios prolongados de tiempo:
Tiene Martínez especial predilección por jugar a las cartas. Malena esconde unas barajas preparadas. Pídaselas e invítelo a jugar cada tarde. Gánele doce manos seguidas durante tres días consecutivos. Piérdalas todas el cuarto y gánelas todas el quinto. Sobre el final del negocio susurre que “Alejandro de Macedonia se embriagó una tarde y perdió cinco mil hombres en pocas horas. Al día siguiente se hizo con Persia, por eso aún se lo estudia y admira.”
Martínez sufre cólicos intestinales con frecuencia. Me confesó dolores tan insoportables que no vacilaría en dispararse a la cabeza en medio de un espasmo. Invente cualquier excusa y lleve las pistolas y escopetas del depósito al baño. No las retire ni permita que Martínez lo haga.
Martínez es incapaz - preste especial atención a la palabra - de permanecer en soledad sin deprimirse.
Trátelo con indiferencia, pero sea cauteloso. Nunca de indicios de que existen instrucciones clandestinas para segregarlo.
Ante un requerimiento de Martínez, usted no sabe cómo salió el partido de anoche, ni escuchó el pronóstico; no lleva fuego consigo, no sabe hacer asados, no puede hacerle la gauchada de tirar de esta soga ni de alcanzarle un martillo (porque usted tiene las manos ocupadas en otra cosa, porque no lo oye), no quiere ir a tomar cerveza a la galería ni sabe dónde está la sal, no tiene dos de cincuenta para cambiárselos por uno de cien, no sabe el teléfono de la empresa que trae el gas envasado; no puede decirle la hora porque su reloj se atrasa; nunca escuchó el disco que Martínez lo invita a escuchar ni puede hacerlo ahora; no puede llevarlo al hospital más cercano y mucho menos sabe aplicar primeros auxilios.
Frente a cualquiera de estas solicitudes, por favor enciérrese. Y finja que trabaja.

Con hondo placer colaboraría con usted en estos menesteres, pero por desgracia me hallo muy ocupado. Algunos de mis negocios actuales son tendientes a prohibir definitivamente el ingreso de Martínez a mis propiedades, pero el suceso es todavía incierto.
Pronto estaré con usted para regalarlo en persona, como lo tiene merecido. Quieran las gracias que aquel día nos encuentre ejecutando la abolición definitiva de Martínez. Será una jornada excepcional.


Héctor Castaño