lunes, agosto 21, 2006

Dice Jorge

Dice Jorge que no tenga miedo. Él va seguido, ya ni mira para entrar. Dice. A la noche vamos a ir juntos. Él me va a prestar unas botas que tiene. Las suyas son más modernas pero las que tiene de sobra también sirven. Sin botas no se puede, pibe, me dijo. Los ganchos te agarran los tobillos y si no caminás rápido te quedás encajado, y por ahí no pasa nadie más que los tipos malos. Yo no me los imagino, ni a los ganchos. Cuando me cuentan cosas tristes, sinceramente no entiendo nada. Una vez me quebré tres dedos del pie cuando me cayó un fierro grandote. Perdí uno. A mí no me dolió tanto y cuando lo cuento se asombran, no sé por qué. Si me preguntan qué fue lo peor que me pasó en la vida, cuento eso, que no fue tan malo, porque hoy camino muy bien sin el dedo. Es el del medio, no me acuerdo de cómo era caminar antes. Pero no recuerdo otras cosas malas para contar.
Que me abrigue bien porque va a estar frío. Y que vaya a mear antes de salir. Bueno. Yo le hago caso.
Jorge está muy entusiasmado. Me dice que no lo voy a poder creer, que me vaya preparado para sentir. Así me dijo cuando me fumé el porro ese, y ¿sabés qué? Me dio sueño ahí nomás, y me dormí en el parque. Apenas amanecía me desperté solo, Jorge ya se había ido. Caminé hasta el zoológico y le conté al de las entradas todo lo que me había pasado, y le pedí que me regalara un cospel. Me dio el cospel, lo más bien. Y me invitó con una medialuna muy rica. Pasó el ómnibus, llegué a mi casa y seguí durmiendo.

El noticiero termina a las ocho, ahí pasa Jorge y nos vamos. Hay que ir en tren. Hay que cuidarse de noche en el tren. Locura de Jorge, el tren anda bárbaro. Cuidarse de qué.
La verdad es que no sé a dónde me lleva Jorge, ni me interesa saber, pero bueno. Dicen que hay que hacer algo. Y Jorge me lleva por muchos lugares raros. Verle la cara de alegría es divertido. Estoy hablando solo, qué boludo...

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