domingo, junio 04, 2006

Interpretación de la farra

El jean más versátil estaba en la tabla de planchar, como cualquier otro, en medio de la pila de ropa. Me lo puse en la cocina y me prometí muchas cosas.
Tadeo y Silvina me esperaban en la plaza, sentados en el pedestal que tiene un mástil grande. Nos soltamos los tres por una callecita sucia de Alberdi. Silvina temblaba de frío y caminaba muy rápido.
Ya no recuerdo bien qué tomé pero me siento bien. La puerta del baño de damas está a la izquierda, a tres metros, adelante. Salen mujeres muy bonitas. A la derecha está el baño de hombres. Me tocó entrar precisamente cuando el disc jockey suprimía toda la música para que el boliche entero cantara a una voz el estribillo de la canción que fue hit el invierno pasado. A mí no me gustan esas canciones, pero la fanfarria del ingreso al baño fue magnífica, como el cortejo más bizarro. Como si hubiera estado planeada.
Micaela demora mucho. Si no sale pronto voy a olvidar su nombre, y si tengo que preguntárselo de nuevo ya no va a querer besarme, y va a pensar que soy un estúpido.
No sé por qué siempre los hombres tienen que anclar en algún recodo de la multitud y elegir una mujer para besarse un rato. Las mujeres quieren lo mismo pero no hacen nada para propiciarlo.
Este boliche está lleno, supongo que como nunca. Sólo vine tres veces. A ratos me parece toda una locura, apenas se puede caminar entre los torsos rígidos y los hombros prominentes, entre las mujeres indiferentes. En lugares llenos como éste proliferan de súbito convenciones que fijan vías de circulación. Hasta existen caminos de una sola mano, como quebradas o fallas que separan una región de cabezas de otra. Tensé la espalda y los brazos, trencé una mano con la de Micaela y los dos vinimos al baño lamiendo las paredes del cañadón, descubriendo la vía o haciendo una nueva para todos. Ya no cedo el paso ni pierdo la pisada, por más que empujen con fuerza.
Hace mucho calor adentro, el humo lo mantiene continuo hasta nosotros y nos hace parte del calor. Yendo a pie a las Cataratas, por la ruta doce, se reconocen baches de aire fresco y seco, aún en medio del verano. Cerca de la barra de atrás hay uno, aquí junto al baño existe otro.
Yo le dije a Micaela que mirara a esa pareja. Él es alto y agradable. Está borracho. Ella le habla muy de cerca pero no lo toca. Aquello terminará en un beso, en las manos, quizá en un departamento y en una tarde de domingo insoportable. Pero ella no hace nada, sólo espera y no se atreve a nada. Entonces él sigue tejiendo mentiras, apologías de seis pesos y le da más cerveza para vencerla. No hay otra cosa por hacer, pobre muchacho. Aquello terminará por lo menos en beso, está cantado.
El miércoles hacía con Tadeo unas consideraciones sobre la palabra filo: Fijate. – le decía – Entre los griegos clásicos, filo es amor. Hacer el filo es algo muy distinto, Tadeo. Hacer un filo es hermosearse con ficciones, recomendarse personalmente a una mujer para el amor cuando en realidad sólo se busca sexo.
Y si te fijás bien, la poesía es mero afilar, puro mentir. Pero el amor es otra cosa, che. Yo no sé qué es, pero es otra cosa. El habla corriente está llena de metáforas y dobles sentidos, es cierto, pero yo creo que aquél es un abuso. No hay derecho de equivocar tanto el alcance de una palabra y hacerla girar así hasta que apunte sobre sí misma y se destruya.
Tadeo estuvo en todo de acuerdo conmigo y hasta puso otros ejemplos menos específicos pero igualmente acertados. Adrián dice a la ligera que mi deducción es un disparate, que el amor es lo que se da, que semejante lectura de las cosas me postula fuera de la realidad y que soy un idealista muy duro y pedante. Por eso no somos tan amigos como quisiera.

Esta mujer tarda demasiado y me deja pensando todas estas cosas. No es regular que venga a los boliches, pero las circunstancias narcóticas me hipnotizan y yo siempre estoy buscándolas. Es difícil producir una buena, como ésta. Aquí adentro está el Universo entero: el amor de los que se besan por primera vez y se aman sinceros afuera, la soberbia y el desprecio de los desconocidos, la fuerza de los deportistas enfundados en camisas ajustadas, el egoísmo, la ley castiza y la justicia de los guardias, el poder. La noche es el tiempo, todo el tiempo; los colores son la diversidad y emborracharse es el cambio. El frío mareado y el amanecer de afuera componen la muerte.
Yo no soy esas cosas, ni otras parecidas. Por eso me regocijo paseando impune por el infierno de otros, rozando con todo el pecho a mis camaradas de tormento, bebiéndome todo el fuego y el veneno hasta perder la consciencia y hacerme infierno. Acá estoy, filósofo mudo del boliche, dame una cerveza, lleno de mí, de sombras de tangos, recordando deseos, hermético y preciso como el color negro, magistralmente parapetado en mis mejores ropas de muchacho joven y atrevido: borracho. Decirme todo esto es maravilloso. Confesárselo a alguno es el remate de la hipocresía.
Este boliche es el mundo, lo dije. Resumidos en un puñado están todos los arcanos trabajando al compás.
Mi habitación no está tan llena de humo, ni tan sucia; en la masa de un ómnibus repleto de gente se disipa mucha energía que este lugar congrega magistralmente, como embudo prodigioso.
Talvez Adrián tenga razón, quizá la hermenéutica sea un impedimento medieval para la vida postmoderna. Abusar de las interpretaciones es una cobardía.
Yo no soy tan distinto a toda esta gente. Acá estoy con ellos, nunca importa por qué. Ellos no se pusieron de acuerdo para reunirse, ya no sé cómo fui a sospechar algo así. Ahí está el pibe que me pidió un trago de cerveza, parado en una sola pieza al borde de la barra, haciendo un filo impecable. Como yo.
Toda esta proclama me califica para rogar que Micaela no salga nunca del baño, para avanzar sobre aquella morocha de rulos que sonríe como la victoria misma, para llevármela afuera y abandonar la boca agria de mi parejita, abandonar a Tadeo, a Silvina. Sería fantástico, pero ahí viene por fin Micaela, tan fulera como hace un rato. Llegué a pensar que nunca saldría. Voy a mentirle una sonrisa sin importancia y a pedirle otro beso.

5 Comentarios:

A la/s 9/6/06 00:57, Blogger Jopi dijo...

Una barbaridad, loco. Una postal de la noche, un testimonio universal (para los que alguna vez pasamos por lo mismo). Muy groso, Petrovich. Te sigo leyendo.

 
A la/s 10/6/06 17:51, Blogger  dijo...

Se agradece mucho, muchísimo.

 
A la/s 23/1/08 03:53, Anonymous Anónimo dijo...

How do you do it? Why won't you do it again? When will you do it again?

 
A la/s 23/1/08 21:44, Anonymous Anónimo dijo...

Lo dije una vez y lo repetire otras infinitas, tenes un poder descriptivo grandioso. Logras que uno vea, huela y ecuche todo lo que describis.
Muy bueno volver a leer este relato.

Sos grande pibe, sabelo.

Un abrazo.

 
A la/s 23/1/08 21:46, Anonymous Anónimo dijo...

El ultimo fui yo, me tilde y puse Anonimo, ja.

 

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