viernes, mayo 26, 2006

Cinco minutos de bar

- Así viene la mano, Juan Carlos. Desteñido, desnutrido, sorbiendo el pucho como una hebra de cardo, llenándome la boca de amor seco. El amor seco es ese yuyito con la punta bifurcada, negra, ése que se te pega en las botamangas del jogging. No me digas que te clavo los ojos, Juan Carlos. Los que se clavan son los ojos oscuros, los míos se beben la luz sin fin, es espantoso.
- Pero… ¿qué le dijiste?
- Le pedí que me espere, qué le voy a hacer.
- ¿Y?
- Me pidió que se la junte para el lunes, que los negocios, que la amistad… Que los entreveros no son cosa que le guste mucho. Ni pullover usa, ¿te fijaste? Ni la lana enredada le hace gracia.
- Estás exagerando, Tito. Mirá si va a pensar en esas cosas…
- ¡Claro que sí! Fernet o Coca, soda o vino, mostaza o mayonesa. Se viste de un solo color. Ese señor sabe lo que hace. ¿Vos le sabés el apellido? ¿Vos le viste el auto? Busca giles acá adentro, les paga una ginebra y les presta plata. Ese señor sabe bien lo que hace, no se le escapa nada.
- Capaz que tenés razón, Tito. ¿Y vos, entonces?
- ¿Qué?
- ¿Vos sabés lo que hacés?
- ¡Claro que yo sé lo que hago! Yo soy un boludo crónico. Me gusta endeudarme, me gusta olvidar las cosas, me gusta perder el reloj todos los meses, me gusta entreverar todo y meterme en quilombos hasta los huevos. ¿No ves que tengo pullover? Pullover con trencitas, y hasta la barba se me enrula. ¿No ves que vos sos turco y yo soy armenio? A mí me encanta mezclar las cosas y sacarme los ojos todas las tardes. Con ese tipo somos sustancias recíprocas, uno para otro.
- Bueno, che… yo decía nomás, no te calentés.
- No me jodas, ¿querés? Vamos.
- Bueno, vamos.

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