lunes, septiembre 11, 2006

Catorce métodos hilarantes para eliminar a Taylor

La trasposición de los cánones

El bar es una pecera gigantesca. Las paredes son un ventanal continuo, desde el techo hasta el suelo. Las personas con sensibilidad artística no reparan en que el vidrio está sucio; para todo el que se aventura con frecuencia en la poesía, el bar tiene una impronta de maqueta de gente y mesitas cuadradas, de tazas mágicamente diminutas. Adentro está Taylor hablando con sus amigos. Cuenta una anécdota de muchos ademanes bien altos. Apenas hace un chiste escruta las caras de todos para pesar las risas. Cuánto detestamos a Taylor, qué repugnancia tan sin nombre nos llena cuando lo vemos ¿eh?
Una fórmula de blanda matemática dice que es necesaria cierta cantidad de globos de helio para elevar una escopeta y perderla en el cielo. Vamos entonces, busque esos globos y átelos a esa escopeta. A matar a Taylor diga que va. Acérquese, no piense en nada, bese el vidrio con el cañón, tac, dispare desde afuera contra la mesa, a la cabeza de Taylor, mire arriba, busque un espacio despejado de ramas y suelte el arma. Qué ruidoso mamarracho, que violencia más impune; qué huir tan manso, que hermosos son los colores de los globos que ha elegido. Márchese silbando algo bonito. Ha comenzado otra primavera de bandoneones filosos.

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